01 noviembre 2010

Un Día Fuera De La Realidad

Ayer fue una de las celebraciones más esperadas por estos rumbos, Halloween. Estoy seguro que un 90% de las personas que participan en dicha celebración no tienen idea del origen de la tradición simplemente por falta de interés o por esa costumbre humana de “hacer lo que los demás hacen”. En realidad ya a nadie le interesa el porque de las coasas, simplemente se hacen por mecánica o porque siempre se han hecho así. Poco a poco vamos perdiendo esa naturaleza inquisitiva que nos reinaba y la vamos suplantando por un conformismo que parece ser aceptable para este mundo que hemos amoldado a nuestras costumbres en lugar de ser nosotros los que se amolden al mundo.

Aún así, debo aceptar que tal celebración no me molesta en lo más mínimo y si tuviera que juzgarla, votaría positivamente a favor de la misma por razones que entendí el día de ayer al ser una parte más activa de dicha celebración y que expongo a continuación.

Aunque no es para nada algo digno de celebrar o relevante de alguna manera como para conmemorarlo una vez al año, Halloween permite una oportunidad para escaparse. Una oportunidad para ser lo que siempre se quizo sin miedo a ser juzgado o encasillado en alguno de los niveles de locura que tenemos en estos días. Simplemente puedes ser lo que quieras por una noche. No preocuparse por nada y sentir que somos realmente libres.

Se pueden sacar del baúl aquellos sueños reprimidos que escondimos por ahí para poder crecer. Se pueden desempolvar esas memorias de las historias que nos contaban los abuelos acerca de monstruos espelusnantes escondidos debajo de la cama. Podemos rememorar aquella película que siempre nos llamó la atención o podemos ser aquel super héroe al que nunca a nadie le contamos que tanto nos gustaba.

Sea cual sea el motivo, hay una oportunidad para simplemente dejarse llevar por la imaginación como en aquellos tiempos en que éramos niños y no habían imposibles. Para tomarnos un respiro y recuperar algo de ese tiempo que hemos invertido en ser adultos, en perder la inocencia y en dejar que la maquinaria mundana nos trasquile cada respiro al punto de vivir no para nosotros, sino para un horario de oficina.

Cabe mencionar el desfile de personajes con el que tuve el gusto de compartir un rato y que cambiaron mi perspectiva con respecto a dicha celebración.

Tuve la oportunidad de compartir un café con Darth Vader, con una amazona muy bien proporcionada que no tenía ningún problema en andar mostrando sus atributos a diestra y siniestra. Compartí un momento con Maverick y Goose de Top Gun. Con el capitán Picard que se tomó un rato para bajar del Enterprise a pasar un rato entre los suyos. Batman pasó por aquí también, probablemente buscando su baticueva pero sin éxito alguno. No pude contener la risa cuando un banano gigante intentaba entrar por la puerta de la tienda en la que me encontraba sin darse cuenta de que simplemente no iba a caber. Y, aunque no estábamos bajo el mar ni habían medusas, Bob Esponja se tomó su rato para compartir con nosotros.

Perdí cuenta de la infinidad de vampiros que desfilaban por los pasillos de la tienda junto con bailarinas de los 60’s, bailarinas de ballet e indios nativos americanos. Me hace preguntarme como sería el mundo sin la necesidad de dominancia que nos lleva a competir por la tierra que deberíamos de compartir.

Y aunque no estábamos en la Grecia antigua, un espartano decidió tomarse un respiro de sus batallas para tomarse una gaseosa entre un gama tan variada de personajes que sería imposible nombrarlos a todos. Y el broche de oro, la obra magna, el momento cumbre de la noche fue cuando vi a Alex DeLarge (el personaje principal de Clockwork Orange) caminar por la puerta principal de aquella tienda.

Fue algo imrpesionante el detalle que se había puesto en la confección de dicho disfraz aunque, en lugar de disfraz, me gusta pensar que en ese día, cada quien deja de usar la máscara de esclavo del sistema para convertirse en quien realmente admiran o quisieron ser. Quizá lo más curioso de todo era ver a los super heroes, anti-héroes, personajes míticos, monstruos, bestias, fantasmas, etc, comprando cosas de esta era. Me imagino a Abraham Lincoln comprando Durex, a Atila comprando un six pack de Budweiser, a Nerón comprando un encendedor Bic o a Pitágoras comprando una calculadora. ¿Qué importa si uno es mayor? El espíritu, la mera gratificación de hacer algo que uno realmente quiere es reinvindicante. Es como sentir que uno aun está vivo solo que ha olvidado despertar por mucho tiempo.

Y si todo lo anterior falla, solo hay que pensar que hacer el ridículo una vez al año no es perjudicial para la salud. Todo lo contrario, es un recordatorio de la realidad en la que vivimos en la que tenemos que tener un día específico para poder escoger que o quien queremos ser.

No hay comentarios: